Nunca una publicación de la prestigiosa Orchestre de Paris había tenido tanto éxito en su página de Facebook. Ni nunca soñó la orquesta francesa que el Stabat Mater de Rossini iba a causar tal furor. El vídeo en el que el tenor Paolo Fanale interpreta el Cujus animam de la pieza va por 1,3 millones de reproducciones en la página de esta red social del conjunto y ha sido compartido más de 13.000 veces.

Sin embargo, otros fragmentos interpretados por compañeros y colgados en la misma página no tienen el mismo éxito arrollador. ¿Las causas? Por los comentarios, parece que el físico del tenor juega a su favor. La imagen de Paolo Fanale es, como dice uno de los comentarios, la de “un Dieux du Stade con una voz divina”. Compara así este seguidor de la orquesta al tenor con los jugadores de rugby del Stade Français, que cada año causan furor posando para un calendario de desnudos en blanco y negro.

Fanale está fuerte, se notan las horas invertidas en el gimnasio, y a la figura le acompañan un pelo rubio con una cresta como se ve en el vídeo, la juventud y un tatuaje que le sobresale por la manga, algo ya más aceptado en los grandes templos de la ópera pero que sigue sorprendiendo.

En otros comentarios, los seguidores realzan su buen físico, incluso aquellos que empiezan hablando de su voz. “Un tenor con tan buen físico, hermosa combinación”, “gracias a él me convierto en fan de la ópera” o “vaya pecho”, son algunos de los comentarios que pueden leerse bajo el vídeo.

Paolo Fanale es un joven tenor italiano de 32 años que, eso sí, no es solo una cara bonita y unos músculos de gimnasio. No podemos hablar aún de un tenor consagrado, pero si consultamos su agenda próxima, tras su estancia en París, le espera Mozart en Palermo, donde ya está inmerso en los ensayos. Al tenor, sin embargo, le ha pillado por sorpresa esta revolución en torno a su figura. Hasta el 2 de octubre  del 2015 ni siquiera tenía cuenta de Twitter, y a día de hoy suma menos de cien seguidores.







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En los últimos tiempos, los músicos curtidos en los conservatorios y dedicados al repertorio clásico han sufrido una metamorfosis hacia una imagen más fresca, actual y cuidada. Al modelo de los artistas del mundo del pop, son muchos los que han cuidado su imagen y han aprovechado su potencial a través de las redes sociales.

En la presentación de La Traviata del Teatro Real de la pasada temporada, la 2014-2015, un periodista se sorprendía en la rueda de prensa de que las tres sopranos que encarnaran a la desgraciada Violeta –una mujer deseada por todos, según la ópera de Verdi– fueran “tan jóvenes, tan guapas y tan delgadas”.

El guitarrista Pablo Villegas, riojano residente en Nueva York y que ha tocado en las principales salas del mundo, ha sabido sacar provecho a su atractivo y, aunque cree que la belleza no puede suplir nunca al talento, sí que reconoce que la imagen hoy día es importante también en la música clásica.

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El esfuerzo de los artistas por mejorar su imagen viene también influido por las nuevas vías de comunicación y promoción de las redes sociales. La belleza exótica de hombre rudo del tenor Jonas Kaufmann hace que tenga en su página de Facebook casi 94.000 seguidores y lo normal es que sus vídeos alcancen los 1.000 "me gusta".
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Por otra parte, la pianista Valentina Lisitsa es una de las que más partido ha sacado a Youtube: más de 200.000 seguidores en su canal –su versión de la Sonata Claro de Luna de Beethoven la han visto más de 10 millones de personas-. Y lo primero que hace al salir al escenario es hacerle una foto al público y colgarla en sus redes sociales.

Las orquestas y las salas de concierto no se quedan atrás. Un ejemplo de la conciencia que están tomando algunos gestores es el Concertgebouw de Ámsterdam, en el que ya se han realizado experiencias de tuiteros en la sala, dándoles una zona de butacas separada para que no “molesten” al resto del público con el brillo de sus pantallas.

La English National Opera ha contratado a analistas de datos dedicados exclusivamente a observar cómo se comporta la comunidad antes, durante y después de la función, y crean contenidos adicionales que revelan las entrañas y el día a día del teatro para sus redes sociales.

Las redes sociales ya no son un divertimento para los músicos clásicos, son una necesidad para darse a conocer. “El 70% del contenido que se generará este año en Internet no lo harán los artistas, sino los usuarios, y ahí está el público: se puede hacer una obra maravillosa, pero eso no significa que vaya a llegar a la gente”, decía Douglas McLennan, fundador del ArtsJournal en una conferencia en Madrid. La prueba de que funciona: el vídeo de Fanale.


Via: el pais.com