Música y misoginia

La Filarmónica de Viena sobrelleva el fantasma de la misoginia por la resistencia histórica a admitir mujeres y porque el final del tabú en 2003 tampoco ha redundando en un equilibrio de género. Únicamente el 4% de los wiener son mujeres, mientras que en la orquesta de la Ópera, tutelada por el Estado, el porcentaje asciende a apenas al 6%.

De hecho, la rara oportunidad en que la Filarmónica de Viena protagoniza un  concierto anodino surge el pretexto y la  ocasión de hacer recuento. Empezando por Albena Denailova, la profesora búlgara que destaca como primer violín desde 2011 en cabeza de una transformación sociológica con posdata a otras grandes formaciones sinfónicas.

Sirva como ejemplo que el porcentaje de mujeres en la Filarmónica de Berlín merodea el 14%, mientras que en la Staatskapelle de Dresde representan el 28% y en las agrupaciones norteamericanas superan normalmente el 40%.

El caso español se atiene a los promedios europeos. Un 32% de las orquestas profesionales las ocupan las mujeres. Con una peculiaridad que posiblemente no va a sorprenderles: sólo el 1% de los varones ocupa el atril del arpista. Que más que un instrumento, el arpa, es un telar.

¿Puede concluirse a la vista de unos y otros datos que exista una discriminación?  En el caso de Viena la respuesta era evidente, pero es cierto que las minorías femeninas tienen bastante relación con el predominio masculino en familias de instrumentos como  el viento y la percusión que requieren cierta corpulencia.

Y no me refiero a las orquestas profesionales, que también, sino a los datos de los conservatorios, de forma que las mujeres se concentran en los instrumentos de cuerda y en la madera.

No existen unas estadísticas definitivas, pero el promedio de mujeres que estudian en un conservatorio occidental es superior al de hombres. Un estudio realizado por William Osborne eleva el porcentaje femenino al 70%. Que es inversamente proporcional a las estudiantes que deciden matricularse en la especialidad de dirección de orquesta.

¿Hace falta acaudalarse de la testosterona para subirse al podio? ¿Acaso no se asemejan demasiado el sustantivo dictador y director? Toscanini no tenía dudas al respecto, pero comienza a percibirse y a redondearse una interesante cantera de directoras de orquesta.

No me refiero a la insufrible Inma Shara, sino a otras colegas, como  la mexicana Alondra de la Parra, Anne Manson y  Marin Alsop que han puesto en entredicho la falocracia de la tarima y que evocan el antecedente histórico de Nadia Boulanger, maestra de una generación no menos histórica de directores (Markevitch, Barenboim, Gardiner, amén de otros compositores como Menotti, Glass, Piazzola, Copland....)

Manson fue también ella pionera porque reunió a sus órdenes la Filarmónica de Viena en Salzburgo con la mediación de Abbado, mientras que Alsop tuvo la dicha de convertirse en la primera directora de orquesta que accedía al templo de la Scala.

"Por el hecho de ser mujer se nos observa con lupa y se nos mide con mucha más exigencia. Incluso nos hacen comentarios en la sala poco pertinentes", nos explicaba Alsop en una reciente entrevista telefónica.

Se refería a ciertos piropos machistas, aunque también aludía a la virulencia sexista de algunos críticos. Por ejemplo, el cronista del Denver Post, soliviantado e indignado cuando la orquesta de la ciudad eligió como directora a la maestra JoAnn Falletta: "¡Una mujer!", titulaba el rotativo.

La destinataria de la perogrullada cree que el cambio de mentalidad requiere tiempo y sensibilidad. No sólo en el público. También entre los profesionales. "Puede que llegue el día en que nadie perciba que hay una mujer en el podio. Porque es irrelevante la cuestión del género. Importa la música. Y la consigna vale para los propios instrumentistas. Muchas veces me he encontrado en la tesitura de sentirme escrutada por los músicos de las orquestas donde nunca ha dirigido una mujer. Luego, la música hace que todos nos olvidemos de estas impresiones", razona Falletta.

Está de acuerdo la brillante y pujante Alondra de la Parra, que viene de triunfar con la Orquesta de París. También cree que una mujer llega al resultado musical por el consenso, mientras que muchos hombres provistos de batuta lo hacen a través de la autoridad, la disciplina y el miedo. Se me ocurren muchos ejemplos. Demasiados ejemplos.

Reflexionen sobre ellos. Y háganlo también sobre ciertos aspectos discriminatorios que trascienden la lucha de sexos. Les propongo dos. ¿Por qué si el 82,7% de la población de Chicago es afroamericana el 98% de los miembros de la Sinfónica son blancos? ¿Y cómo se explica que si el 19% de la población de Israel es árabe no haya un solo árabe en la Filarmónica?


Via: Rubén Amón (Blog de pecho)